lunes, 6 de mayo de 2013

?Vestigios del poeta incólume? (ensayo)

Llevo un buen tiempo sin voltear nada nuevo en este saco de desechos
intelectuales.Mis esfuerzos ultimamente van volcados a mis estudios y
a intentar labrarme algun camino profesional: esa crisis que padecemos
todos los jovenes. Aqui les dejo un ensayo "universitario" que tuve
que hacer hace unas semanas. Trata sobre un poeta matancero de la
decada del 20 del siglo pasado, un tanto olvidado en el tiempo. Que lo
disfruten si les sirve de algo.
Ángel



?Vestigios del poeta incólume?
por: Ángel Lorenzo Ramos


?Van hacia el coloso de hierro cercano:
van hacia el ingenio norteamericano...
Y como quejándose cuando a él
se avecinan,
las viejas carretas rechinan...
rechinan (...)?


Agustín Acosta
?Las carretas en la noche? (La
zafra, 1926)


Cuando en el año 1926 aparece el libro ?La Zafra?, de la pluma del
poeta Agustín Acosta y Bello, muchos letrados acudieron a su
encuentro: algunos, ávidos de encontrar una evolución necesaria en
este poeta de inicios de la república, otros, cual verdugos infelices
y con la pluma en ristre, optaron por destronar a tinta limpia a tan
exaltado autor. Ambos grupos con razones de sobra para empeñarse en
opacar durante toda una vida la lira de Acosta, quien a pesar de todos
sus desaciertos, se merece un mayor reconocimiento en nuestra
literatura moderna.

Contaba el poeta en su haber, con dos poemarios anteriores, que le
habían flanqueado el reconocimiento tanto del público como de la
crítica: Ala (1915) y Hermanita (1923). Estos lo ubican históricamente
junto a Regino Botti y José Manuel Poveda en pleno renacimiento lírico
que aconteció en Matanzas antes de la década del 20, pero al mismo
tiempo ya despuntaban su estilo ?acomodado? que, al decir de muchos,
no excede el modernismo iniciado en la literatura hispanohablante por
Rubén Darío, además de mostrarse indiferente ante los nuevos aires de
la vanguardia. Tendencias románticas son visibles en sus pioneras
incursiones a las que se le suman una sencillez tratada sabiamente,
de la cual sale airoso en múltiples ocasiones, gracias a su
indiscutible don poético.

El poemario Alas difiere en gran medida de la obra de Botti y Poveda:
libro alejado de la perfección y de inquietudes estéticas tal como
sus contemporáneos, pero esto último no se reconoce como una carencia
formal, sino como la constancia de que estas temáticas no eran el eje
central de su obra. Este libro nace al calor de la necesidad de una
nueva poesía cubana, poesía que a inicios de la república sufría una
crisis agravada por un populismo exacerbado, que se caracterizaba por
la penetración de mediocres poetas latinoamericanos y, en el plano
nacional, a través de ?autores de pobre talento y escasa originalidad,
la mayor parte de los cuales respondían a los cánones clasicistas y
románticos de filiación española?.

En su poesía libre, Acosta impregna, en muchos casos, el pesimismo que
imperaba en la lírica de comienzos de la república, esto demostraba la
frustración imperante entre los cubanos por la maltrecha
independencia y el nuevo yugo neocolonial. Acosta sin duda, tuvo una
gran virtud: ?jamás negó sus deudas literarias, que fueron muchas. Sin
embargo, nunca pudieron estas borrar el acento de su personalidad. Sus
exaltaciones de Darío y de Federico Uhrbach, a quien pronto superó, lo
atestiguan?

Agustín Acosta nació en Matanzas en el año 1886. Estudió leyes
graduándose de Doctor en Leyes y desempeñándose como abogado y
funcionario en su ciudad natal. Aunque de una cuna humilde, su
posición laboral y sus primeros pasos en la vida pública, lo ubicaron
en la élite pequeñoburguesa, lo cual mentalmente lo condicionó y de
ahí la tendencia conservadora que se ve en la mayoría de sus poemas.
Eso da paso a la gran controversia que se forma alrededor de su obra
por los críticos y demás contemporáneos: la época reclamaba un mayor
compromiso social de los intelectuales, algo que hasta ?La Zafra?
Acosta no se atreve a arriesgar.

Luego de salir su segundo poemario ?Hermanita? Rubén Martínez Villena
escribió ?Para muchos, para mi entre ellos, acaso sea reprochable este
libro, al menos en su oportunidad. La vuelta ahora al viejo tópico
sentimental (?) sorprende o debe sorprender, a los que esperábamos
algo más. Ello es cierto. Pero se explica fácilmente este libro, que
constituye una hermosa victoria del hombre sobre el artista?

Este reclamo de mayor compromiso que le hacen muchos es lo que empuja
a Acosta a publicar en el año 1926 ?La Zafra?, un libro que, según él,
tenía hacia tiempo pero que siempre sintió que no encajaba en la época
ya que ?galas viejas? lo vestían.

Las reacciones no se hicieron esperar. El poema es reconocido
históricamente como el primer canto antimperialista de Cuba, según
Mella: ?el primer gran poema político de la última etapa de la
República?. Pero es el propio Julio Antonio, en un artículo escrito en
su exilio en México y que no vio la luz hasta después de derrocado
Machado, quien mejor examina ?La zafra?. Analizando, desde el punto de
vista de la relación Arte-Lucha Social, la figura de Acosta, el
revolucionario nos expresa: ?las terribles contradicciones de su
espíritu están expuestas en el prólogo, donde vacía todo su sentir,
toda su angustia ante la realidad social, y la realidad de su
individualidad en contraste con el espíritu de la época? . Mella le
reprochaba al poemario y su autor ?una interpretación no exacta de
los hechos, una falta de comprensión total del problema? , esta
?falta de comprensión ?, se la achaca al hecho de que Acosta analizaba
todo el conflicto con la visión predominante de la pequeña burguesía
republicana: ?(?) el libro expresa políticamente, el ideal, la
protesta del colono que se siente amenazado, y del antiguo hacendado.
cubano, arruinado por el Central norteamericano? . Es así como Mella
le reprocha la carencia de un enfoque marxista, capaz no solo de
señalar las causas del problema sino, de plantear, igualmente,
soluciones eficaces.

Desde su función meramente literaria, algunos críticos le deploraron
dejarse llevar por semejante problemática de palpitante inmediatez , y
que lo llevaron por un rumbo ?proclive al prosaísmo?. Lo cierto es
que, a pesar de los peros y los contras esgrimidos contra la obra, ?La
Zafra? es quien le abre las puertas de la fama a Acosta, además de
acrecentar su carrera política. Sus poemas se convirtieron en textos
de obligatoria referencia en actos públicos, escuelas y reuniones
literarias.
Fernando Ortiz, a inicios de 1927, escribió en la Revista Bimestre
Cubana: ?Todo cubano debe leer La zafra, como antaño se leía a Luaces,
a Plácido, a Milanés. Los que no saben leer oigan sus versos y
aprendan de ellos la belleza de un apóstrofe nacional con audacias de
blasfemia. Y deben cantarla en el tiple y gemirla por las
guardarrayas, junto a los cañaverales.?
Todo ello, sumado a sus libros posteriores tales como Los camellos
distantes (1936 ), Las islas desoladas (1941), Los últimos instantes
(1941), entre otros, lo llevaron a ser proclamado en 1955 por Ley del
Congreso como ?Poeta Nacional de Cuba?, en sustitución de Bonifacio
Byrne.
Pero el paso de los años no han tratado en justa valía el legado
?literario? (obviando todos los trasfondos sociales y clasistas), de
Agustín Acosta. Son varios sus poemas que fueron musicalizados, y a
pesar de ser canciones trascendentales, muy pocas veces se refiere el
autor de las letras, ejemplo de esto es la célebre ?La Cleptómana? con
música de Manuel Luna .
En el año 1972 parte hacia Estados Unidos en compañía de su esposa,
algo un tanto mal visto por ciertos sectores, a pesar de la
transparencia con que Acosta trata el asunto, reflejado en una carta
dirigida al nuevo Poeta Nacional, Nicolás Guillén, pidiendo que este
intercediera a su favor.
Fallecido en 1979 en Miami, su obra inédita se siguió publicando, en
el exterior, hasta el año 1996 cuando su viuda logra autofinanciar la
publicación de sus últimos poemas en el libro ?Lejanía?. Pero en Cuba
no es hasta el año 1988 que se publican sus ?Poemas Escogidos? con un
importante prólogo-ensayo de Alberto Rocasolano y salvo escasos
ensayos sobre su obra en la década del 90? no encontramos nada más que
hable de su impronta y de su influjo , tan bien reflejado en la
segunda promoción del posmodernismo en Cuba.


Así es como llega a nosotros la figura de quien fuera antaño, el poeta
nacional, o como lo llama Rocasolano: ?el Proteo de nuestras letras?.
Poeta que se mantuvo, a pesar de las tormentas, fiel a su concepción
de la lírica propia; ajeno a las réplicas externas, incólume a las
frenéticas olas de la vanguardia. Un poeta, como el mismo diría, ?con
ala?:

"Ala que en el fondo de todas las cosas
fugitivamente traza su silueta
y en la huella deja regueros de rosas?
Ala del poeta?! Ala del poeta?!"



Ángel Lorenzo Ramos






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